Esta sociedad de consumo en la que estamos inmersos es el origen de muchos problemas financieros que causan un gran impacto sobre áreas tan importantes de nuestras vidas como el sobreendeudamiento, utilizar tarjetas para ir tapando las deudas, depresión, baja autoestima, falta de armonía conyugal, etc. Hacernos conscientes de esto es un primer paso para ayudarnos a cambiar patrones a nivel económico.
La sociedad de consumo surgió en los años 70 tras la revolución industrial y la producción masiva de bienes diferentes, lo que llevó a querer expresar la individualidad de cada uno, surgimos los consumidores, que somos movilizados a consumir cuando nuestras “teclas emocionales” son activadas. “Consumo, luego existo”, podría ser éste el eslogan. Mientras que las características principales de este consumo son:
TENER VS SER, prestamos más atención a las cosas materiales que cada vez se han ido volviendo más importantes para mostrar esa individualidad: coches, casas… Trabajamos para poder comprar, llegando a considerar el envoltorio más importante que el contenido. El 34% de la población tiene adicción a las compras.
APARENTAR VS SER, la importancia de tener éxito, de ir a la moda, de estar a la última, genera hábitos de consumo basados en deseos en vez de en necesidades, creando la sensación de que nunca es suficiente, de forma que económicamente el exceso de compra en muchos casos no se puede mantener, y eso es igual a entrar en deuda. Además, estas consecuencias nos acarrean problemas tanto a nivel económico, como laboral, emocional, social, espiritual y ecológico.
Consumir creando deuda o, lo que es lo mismo, a crédito, provoca una falsa sensación de poder, menor disfrute, mayor coste y mayor estrés, trabajando más, por ejemplo, pues para mantener el estilo de vida que deseas y pagar los intereses, necesitamos trabajar más. Trabajamos más que en la época victoriana, en incluso que en la prehistoria, lo que nos debería hacer reflexionar sobre el trabajo y la economía más de lo que solemos hacer. Al trabajar por dinero, dependemos de los ingresos, si tenemos más ingresos, más nos endeudamos, sobretodo materialmente, eso nos lleva a poner personas y relaciones por delante, produciéndonos un vacío existencial. Creemos sin pensar mucho en ello que consumiendo vamos a llenar ese vacío.
Referente a cada uno de nosotros tenemos un punto ciego de la personalidad cuando se trata de dinero, tomamos decisiones financieras sobre una base puramente racional, patrones de comportamiento totalmente aprendido, sesgos perceptuales y los más importantes, emocionales, eso hace que a largo plazo nos afecte a nuestros intereses. Si entendemos nuestro temperamento y patrones, se puede minimizar el riesgo financiero y planificar objetivos, pudiendo llegar a buen puerto también en otras áreas de nuestra vida. Debemos aprender a discernir entre qué es lo necesario de entre lo superfluo, sólo así seremos personas plenas y adultos satisfechos.
Belén Sierra
coach financiero